No tardó en afincarse y encontrar el bienestar con que había soñado en Europa trabajando primero como cochero para la familia Flores, de quien recibe los terrenos donde se levantaría el hospital, y luego atendiendo su propio y próspero almacén de barrio.
Pero un día, su hijo sufre los embates de lo que por entonces era una terrible enfermedad: Tuberculosis. Esta desgracia personal pone de manifiesto el espíritu solidario de don Santojanni, quien el 10 de enero de 1929, con 69 años y ya viudo de doña Urbana Sánchez, decide legar al municipio bajo ciertas condiciones, una fracción de terreno para la construcción de un hospital para tuberculosos.
Las condiciones exigían que la municipalidad construyera el hospital dentro de los cinco años posteriores a su muerte, o su legado quedaría para la Sociedad de Beneficencia Italiana".