Dr. Juan A. Sánchez

El 15 de junio, día de su nacimiento, que los estudiantes han elegido como el día del bioquímico.

Se recibió de farmacéutico, luego resuelve instalarse en Villa Ortúzar, donde no había luz eléctrica y con pocos medios de comunicación y muchos asaltantes en la nocturnidad. Allí trabajó de día y de noche para poder vivir. Era un pobre boticario de barrio, inocente, bueno y generoso. Su proyecto era la creación del doctorado en Bioquímica y Farmacia. Luego, por concurso, conquista un cargo de ayudante de química en el Ministerio de Agricultura. Esa fue su liberación de la Farmacia y el principio de su vida de investigador. En 1905, ingresa en la Facultad de Ciencias Exactas y sigue el doctorado en Química obteniendo las Más altas calificaciones. En 1910, dicta un curso libre de "Ensayo y determinación de drogas". El 10 de abril de 1917 se le nombra profesor titular para el curso de Química Analítica. En 1919 es designado consejero, y empieza su batalla para el doctorado en Bioquímica y Farmacia. En 1924 recibió un premio por su primera obra.

Es un puro héroe intelectual, quien es aquel que sacrifica las mejores horas de su vida, al estudio, a la investigación, a la creación, a descubrir nuevas verdades, nuevos paisajes en la ciencia o en el arte. Para estos héroes silenciosos la vida no se mide por la extensión, sino por la profundidad. Sánchez no tenía horario oficial, ni programa oficial, ni exámenes oficiales. Conocía a los alumnos, no en los exámenes, sino durante el contacto permanente en el año escolar.

Sus discípulos dicen que en sus clases era claro, preciso y exacto. Tenía la claridad y la facilidad, pero para llegar a esa claridad y antes de poseer la facilidad, que subyuga, había estado largo tiempo haciendo una gimnasia con la inteligencia, que no era ni fácil, ni simple, ni cómoda.

Uno de los más eminentes químicos de Francia, Georges Denigés, hacía este comentario en una carta que enviara al maestro en 1925 y que fuera publicada en el "Boletín de trabajos de la Sociedad de Farmacia de Burdeos." En la carta decía: "La muy notable abra del Profesor Sánchez sobre la química de los medicamentos orgánicos, es el primer tratado de este orden que bajo la forma de un curso hablado, abarca la totalidad del tema, de una manera sistemática, didáctica y verdaderamente científica".

Los libros de Sánchez circularon por todas las sociedades de química y se incorporaron a las bibliotecas científicas. El maestro tuvo un libro que lo acompañó desde los tiempos de su mocedad hasta los últimos días, "El libro del hombre de bien" de Benjamín Franklin. Como Franklin, todos los días hacía un examen del pro y del contra de lo que había hecho, para llegar a una conclusión positiva o negativa.